problemas con la polla de Cristo (3)

Desde que el obispado ha equiparado a la Teología como ciencia, capaz de convivir de tú a tú con las Matemáticas o la Física, por poner dos ejemplos de ciencias menores; cada duda, cada pequeña cuestión bíblica que antes se resolvía por la vía del Misterio o el Dogma, requiere ahora de la argumentación y del uso de la Lógica. Una duda harto extendida tiene que ver con el prepucio de Jesús. Ya dediqué dos entradas a dicho problema, aquí tenéis una y aquí tenéis la otra. Pues a pesar de todo, aún me quedan dudas.

Veréis: Aceptemos que Jesús subió al cielo completo. Santos varones habrán dedicado sus insignes vidas al estudio de tamaño problema. Me consta.

Si eso fue así, ¿cuándo le subió el pellejo? ¿Lo hizo en el mismo momento de la ascensión? Y, si fue así, ¿sabía el pellejo que le tocaba subir a los cielos, bajó una cohorte de ángeles a buscar por los estercoleros de Galilea el santo prepucio? ¿Sabía el santo prepucio, por alguna extraña relación con el badajo de Jesús donde se encontraba éste en cada momento de la vida?

Si nadie tuvo la precaución de preservar el pellejo de la punta de la divina minga debemos entender que andó tirada por los suelos durante treinta y tres años. Es mucho tiempo entre la mierda, incluso para el prepucio de quien sería el tercio de un dios. Eso, lector, es tener muy baja autoestima, no ya por su rabo, si no por si mismo.

¿Qué pretendía Dios con ello, hacer el milagro de la reimplantación sin infecciones?

No, lectores, como católico bautizado me niego a aceptar que a Cristo se le reimplantara la punta del cipote en el cielo cuando nadie tenía ni repajolera idea de por cuántos sistemas digestivos podía haber sido masticado, ensalivado, engullido, regurgitado, sorbido, vomitado o digerido.

Como católico bautizado solo puedo aceptar a un Cristo incompleto en la Sagrada Forma ya que ese prepucio, esa divina carnecita que una vez protegió el sagrado capullo, el divino glande, se quedó en la Tierra, despreciado, olvidado por todos, sentenciado a ser consumido por las fieras y reducido a vulgares excrementos.

Y responsabilizo de ello al judaísmo, no solo por ser culpables de la crucifixión del mesías católico, sino también por el gran error que representa el rito de la circuncisión. Que ya tiene delito que el pueblo que vivió en sus carnes el Holocausto, sea el mismo que dejó al descubierto el casco alemán del Redentor.

Así ardan en el Infierno.

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