En un primer momento abrigue la posibilidad de mantener drogada a mi protagonista. La necesitaba sumisa pero despierta.
Al hablar con una buena amiga, Elisabeth Busquets, que en breve publicará su primera novela, me lo desaconsejó. Me proponía un método mejor, provocarle un síndrome de Estocolmo y que fuera ella misma una parte activa de la acción.
Me pareció genial su propuesta. Me puse a imaginar qué haría yo si decidiera doblegar la voluntad de alguien… Y este es el resultado hasta el momento
[…]
De repente todo se llenó de luz. Se cegó. Un intenso dolor en los ojos y una total desorientación la sacaron del ensimismamiento. Estaba dolorida. Quería gritar, necesitaba gritar, pero podían el cansancio y una incomprensible falta de voluntar. Se quedó quieta. De nuevo la noche, y un ruido de pasos que se acercaban. Y de nuevo una luz, esta vez más potente que la…
Ver la entrada original 662 palabras más