Recuerdo momentos de esta etérea democracia española en la que un estamento tan poderoso como el de la Iglesia Católica salía a la calle día sí, día también, para vocear a los cuatro vientos lo mal que lo hacía el Gobierno de turno. Eran tiempos de leyes de divorcio, leyes de aborto y búsqueda de una Sociedad algo más ecuánime. Ningún obispo se escondía entonces en su intento de manipular las mentes de los simples. Y no solo eso, aprovechaban la ocasión para hacer apología a favor de la violencia de género, en general, y de la violación de mujeres en particular. Y no solo eso, puestos en faena, aprovechaban para abrir un espacio de comprensión a sus gustos pederastas que tanto les relajan la castidad.
Recuerdo también un rey, un borbón, educado e impuesto por la dictadura criminal de Franco, que salía en los medios, que se movía por el mundo medrando bajo un disfraz de monarca cachondo y hasta simpático. Un tipo campechano que no se cortaba a la hora de hacer comentarios que mejor se debiera haber callado.
En cambio ahora todos ellos permanecen callados, silenciosos, mudos, invisibles, desaparecidos, desapercibidos ¿Dónde andan ahora esos obispos boca-chancla y esos borbones que tanto aman a sus siervos? Es como si lo que le sucede a esta triste españa no fuera con ellos, cuando nos enteramos, gracias al demoledor informe de la fundación FOESSA sobre la desigualdad en españa, que solo el 34,5% de españoles vive sin carencias, el 40,6% se hunde en la precariedad y el 24,2% sufre exclusión (Ver gráfico).
Una cosa es clara, y nos la recuerda la sabiduría popular: «Quien calla otorga». Es evidente que ellos están totalmente de acuerdo con el Crimen Social perpetrado al milímetro por el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español apoyados por los partidos nacionalistas. Y su silencio e inacción les ponen en el mismo nivel de bajeza ética que las criaturas la Casta política española, convirtiéndoles en cómplices de sus crímenes.
Su comportamiento en nada difiere al de aquél que, de entre el grupo de depravados, no viola a la mujer pero le agarra las piernas para que la sometan otros. Su bajeza humana es la misma que aquel que no da el golpe mortal pero participa de la paliza mientras se ríe de la víctima. La Monarquía española y la Iglesia española, desde su silencio, nos demuestran hasta que punto son cómplices de la ruina pasada y presente de españa. Y, lo peor de todo, también serán culpables de nuestra ruina futura, y la de nuestros hijos, si no exigimos a voz en grito un proceso constituyente que nos convierta en una República Laica que nos saque de una vez por todas de esta infame Edad Media en la que todavía vivimos inmersos.
Basta ya de súplicas, es tiempo de exigencias.